Capítulo 1 – Acto 1. Somos la historia que nos contamos

wolfmavec writhing his history

“Somos la historia que nos contamos de nosotros mismos”, menciona Juan Miguel Zunzunegui
mientras repasa la historia de México y nos despierta del letargo del pequeño niño Freud, ese
que reprime su sexualidad por la relación incestuosa con su madre… La Patria. Porque, claro,
un niño bombardeado desde la cuna con historias de saqueos, conquistas y derrotas,
inevitablemente crece como víctima en busca de un héroe, un padre o incluso un mesías,
aunque sea de la variedad tropical, para redimirlo de los pecados de la retórica con la que fue
educado.


Ese mismo individuo ha experimentado más o menos injusticias que los demás, porque así es
la vida, esa bofetada encantadora llena de tzentzontles cantores, hombres necios y
expropiaciones pantalla. Y aunque para este punto pareciera que pretendo hacer una crítica
política con un mensaje de motivación, en realidad buscó reflexionar sobre la vida de aquellos
que se atreven a vivirla, sin importar las idas y venidas, las sonrisas y los golpes del tiempo.


Y como ya lo mencioné, no esperes un mensaje positivo que te lanza un presentador de
cabello rojizo o gritándote que imagines cosas chingonas mientras simula una pelea sobre
avenida Reforma al más puro estilo de Rocky Balboa. No, al hablar de “ser la historia que nos
contamos”, no pretendo involucrarte en pensamiento mágico pendejo que te haga creer que
escribir y decretar cosas a un universo que es más sordo que dios te concederá tus deseos
más rápido que el genio a Aladino. Pero antes de que se despierte tu esencia woke y quieras
practicar un Smith en mi mejilla Rock, déjame contarte una historia:


Fer fue un niño de 6 años, casi 7, que somatizó su amargura con una Diabetes tipo 1 que le
inyectó dulzura a sus venas. A lo largo de su infancia y adolescencia, conoció todos los
hospitales de la ciudad y todas las chácharas existentes que prometían curarlo: imanes y
magnetos en máquinas que chupaban su brazo, su sangre procesada e inyectada en sí mismo,
todo. También conoció sinsabores y dolores que pocos experimentan a su edad, incluyendo la
expansión de su uretra con la introducción de sondas plásticas. De adulto, vivió el
embellecimiento de su mandíbula con una placa de titanio más glamorosa que el bling de 50
Cent, tras perder parte de su mandíbula por un tumor amenazante que pretendía desintegrarla
poco a poco. Finalmente, Fer terminó por perder la vista casi en su totalidad unos años más
tarde.


Y es aquí donde retomo el mensaje principal. Aquella frase de Zunzunegui que me permite
entender que estos son los hechos, eventos del pasado, de mi pasado; pero no son la historia
que me cuento ni la justicia que merezco. Es mi interpretación de esos eventos, la que decido
contarme sobre mí mismo, y esa interpretación solo me deja ver un ser que es invencible.

¡Salud por contarnos la historia que merecemos!

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